El abrigo rupestre del Assud de Almazora y su yacimiento arqueológico
Francesc Esteve i Gálvez
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FRANCISCO ESTEVE GALVEZ
(Castellón)
El abrigo rupestre del Assud de Alrnazora
y su yacimiento arqueológico
Durante el otoño de 1924 localizamos importantes vestigios de inleptolíticos en las terrazas que se extienden junto a.l Mijares,
entre Almazara y Villarreal, y de ahí que acto seguido emprendiéramos
una detenida exploración por el curso inferior del río, con la esperanza de
enco~trar algún yacimiento todavía int acto en el que fuera posible hacer
observaciones estratigráficas, pues aquellos hallazgos procedían de tierras va removidas por el cul tivo.
dust~ias
Objeto preferente de nuestro estudio fue un recodo que forma la
orilla 1zquierda sobre el emba lse de la presa o azud de Almazara, donde
se ven algunas c uevas muy reducidas, pero susceptibles de haberse aprovechado como refugios transitorios. Hoy carecen de interés arqueológico,
¡:,ues mvariablemente aparece en el suelo la roca desnuda. Pero al pie
de l ?.cantilado en que $e abren esas oquedades existen restos de un curioso yacimiento, por desgracia casi destruido.
No tiene aquella rinconada un nombre especia.! que la designe y por
eso nosotros, atendiendo a su condición y emplazamiento, hemos deci dido llamarla «El Abrigo rupestre de.l Assud de Almazara» .
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SITUACION
E11 realidad, al expresado azud se le denomina ofic.ialmente de Castellón }' Almazara porque lo aprovechan en común los regantes de ;;mbo!> municipios, y represa las aguas del río a poco de pasar e l puente de
Sélnt a Quiteria ya muy cerca del desagüe de la rambla de la Viuda. AntiguamP.nte se hallaba algo más abajo, pero como le perjudi caban en exceso las crecidas, entre 1886 y 1895 se construyó la nueva presa apro·
vechar~do de lo ya ~xistente el famoso sifón que cruza a nivel inferior
ei anc::ho cauce de la rambla; obra vieja, pero no ta nt~ como se ha supuesh•, pues allí cerca se ven a cielo abierto las arruinadas acequias de
traza me di e va l.
Entre la presa y el puente de Santa Quiteria la e~rarpada orilla izq•..aierda, casi siempre inaccesible, se retrae para dar ~a l ida a un corto
torrente, por cuyas ásperas .laderas se llega hasta e.l fondo del río. En
camhio, por la margz·1 opuesta el acceso es cómodo porque allí se Pscalonan en ancha gradería las terrazas cuaternarias. Y como en pleno cauce
se levanta un peñasco, que parte en dos la corrien te, no es difíci l pasar
de una a otra orilla .
En remotas épocas, cuando el Mijares era un río de abundante caudal,
la irr.portancia de este vado sería mucho mayor. Ya debió aprovecharlo
la fauna di luvial en sus migraciones periódicas, pues, a ún se encuentran
en las t errazas inmedratas muchos utensilios de piedra abandonados por
lor, c'lzadores nómadas del Paleolítico Superior ( 1). Tras las pistas de los
:mimales vinieron las rutas humanas y a.l establecerse en esta ribera los
primeros pobladores permanentes es lo más probable qu~ sobre aque.l peñasco se af ianzaran ias estacas de tosco puente o sencilla pasarela, que
bastaba para satisfacer las necesidades de un tráfico elementa.l y poco
exige'lte. Durante la Edad del Bronce hubo a lo largo d!:l río cierta preocupadór1 defensiva y para vigilar ese paso se levantó t!ntonces una pequeña fortaleza, cuyas ruinas subsistieron hasta comi e :~z os de.l presente
siglo, en que fueron .:;llanadas al roturar e l suelo. Un cultivo intensivo de
(1) o~ esu: haUazgo se dio noticia en una extensa comunicación que presentamos aJ
IV Congruo Internacional de INQUA (Madrid-BarceJona, 1957), pero, que sepamos, c:l
tomo correspondiente a este Congreso no se ha publicado todavía.
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ASSUO DE ALMAZORA
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regadío acabó luego con los vest igios arqueológicos y hoy apenas quedan
entre r;bazos y medianeras algunas piedras para moler, labradas en la
dura arenisca roja triásica, tan frecuente en las vecinas montañas de Espadán y el Desierto de Jas Palmas. La importancia de este lugar se ac.reCf'nta ba por el hecho de que en é.l venían a coincidir varias rutas impuestas por los accidentes del suelo; la que sigue la orilla izquierda del Mijares, la que bordea la rambla de .la Viuda por su margen derecha y finalmen tr~ !a que cruza ia Plana de Sur a Norte para alcanzar por e.l vall.e de
Barrio' las llanuras interiores del Ba jo Maest razgo.
Al trazar Roma sus magníficas calzadas, muchas veces sobre vie jos
c:1minos indígenas, esta última pasó a se r la Vía August~, que desde Dertcsa iba por lntibilis a lldum en busca de Sebelaci y Noulas para llegar
a Sagunto. Es la «vía maion> de que nos habla algún documento medieval
y que aun hoy jalonan restos de edificios como villas, edículos o templos,
el Arco de Cabanes y varias columnas miliarias. En consonancia con este
caráct er monumental es de suponer que entonces debió levantarse sobre
el Mijares un verdadero puente, acaso el más antiguo de toda la comarca.
No es fácil averigua r .lo que de él pudo aprovecharse en el actual de
Santa Quiteria cuya notable estructura merece un detenido estudio (2).
Se ha dicho que «la cimentación de la obra no cabe duda que es romana y qui zás destr:.~ida en su remate por los sig los y .las avenida~. y
sirve de sostén a edificaciones de posteriores épocas» (3). Lo que no
c;e ha observado nunca y en ello radica el hondo secreto de su presencia,
es q•..;e apoya su pilastra maestra sobre el islote raquero que, a l levantarse
en pleno cauce del río, dio origen al primitivo vado.
11
EL ABRIGO
Junto a ese paso y sobre e.l emba.lse de .la presa o «assud», la escarpada orilla izquierda de.l río vuelve a retraerse y traza otra escotadura,
(2) Un documento de 1275 prueba que Jaime 1 se interesaba por la construcción de
un puente de piedra sobre el Mijares, cerca de ViUarreal, que debe ser eJ actual de Santa
Quireria. J. E. MARTINEZ FERRANDO: "Catálogo de Jos documentos del antiJlUO
Reino de Valencia". MJdrid, 1934, vol. 1, pág. 396. T ambién, P. RAMON DE MARIA,
C. D.: "El Repartimcn< de Burriana y ViUarreal". Valencia, 1935, pág. 131 y 132, y P.
RAMON UE MARIA C. D .: "Un hospital y dos puentes". Boleún de la Sociedad Castellonense de Cultura, XVII, c. 1, pág. 37-45. CasteU6n, 1936.
(3) C. SARTHOU CARRERES: "Provincia de Casrellón". Geografía General del
Reino de Valencia, dirigida por Carreres Candi. Barcelona, s. a., pág. 62.
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ampl1a y poco profu11da, en la que se abren tres pequeñas cavidades la
mayor de las cuales presenta señales evidentes de un ensanchamiento art ificial que regularizo paredes y techo. El con junto constituye un excelente abrigo (4), orientado al S. 0., pero con el grave defecto de hallarse
excesivamente bajo.
Si h emos de juzgar por los limos y arenas con moluscos de agua dul ce: que se hallan a unos dos metros sobre e.l nivel actual de l río, lo;; cazadores nómadas del Paleolítico Superior que frecuentaban estos Jugares encontraron el fondo del abrigo invadido por las aguas, y esta parece
ser la causa de que no hayamos encontrado aquí los utensilios lepto.líticos
que áparecen con relativa frecuencia en las terrazas inmediatas. Fue más
tarde, al retirarse las aguas y crear los consiguientes depósitos f luviales
un suelo firme y estable, cuando el abrigo empezó a ser habitado de
manera regular y bastante continua, pues en los cortes que se hic•eron
al abrir un nuevo canal, que no llegó a entrar en servicio, puede verse por
enc•m;,¡ de aquellos limos y arenas un nivel de tierra arcillosa, grava~ y
cantos rodados y, con este material detrítico, numerosac; conchas de moluscos marinos, a.lguna;; Jascas o esquirlas de sílex y otras piedras hendidas o con señales evidentes de uso intencionado. Por todas partes lo recubra luego un talud de escombros caídos de la terraza superior, sobre
el cual aun pueden rfconocerse restos de hogares, muy revueltos, porque ese espacio reducic!o y de suelo pobre ha sido aprovechado para plantar algunos algarrobos.
A) -
Excavación del nivel inferior
EJ desbroce de la margen izquierda del canal reveló, por de pror:to,
que el nivel de conchas alcanzaba más de 0'80 metros de espesor hacia
e). 0., acaso por .la circunstancia de que un saliente que a llí forma la roca
le protege, en parte, de los arrastres provocados por las grandes avenidas
d isminuyendo luego paula tinamente hasta la mitad del abrigo, donde llega
a desapa recer por completo. En Jo mejor conservado podía apreciarse también que no se había formado con despojos procedentes ·de la alta t erraza, smo que era el r~sultado de una ocupación directa del mismo abrigo,
pues incluso contenía algún lecho de cenizas. Pero como todo aparece
empastado en una tierra arcillosa amarillenta formada por descomposición dE: la roca, suelen mezclarse en ella cantos rodados y lajas calizas.
(4) EXdcta posición del abrigo del "Assud d'Alma~ra", 39'> 57' 15" N. y 3° 35' 40" E.
del Meridiano de Madrid, o sea 0° 05' 35" \Y/. de Greenwích, según el Maoa Topográfico
de España, del Instituto Geográfico y Catastral, hoja 641 "Castellón de la Plana".
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ASSUD DE AUIAZORA
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Lés!' conchas de moluscos marinos en su inmensa mayoría ~on del génpro «cardium»; excepcionalmente se encuentran algunos raros ejemplares del «pectunculus» y sólo en un caso la «nática», la «cyprea» y la
w:olumbela», esta última perforada. Con ellas se asocian algunas especies terricolas, y sobre todo, hermosos ejemplares de «helix» (Lám. 1) .
La superficie excavada no es muy extensa, pues apenas rebasa los
cinCC' metros a lo .largo de.l corte, con profundidad máxima de 0'70 metros Pero conviene advertir que lo mejor c!el yacimier.to debió destruirse cuando se hicieron las obras de.l nuevo embalse, y lo que hemos dejado aeliberadamente como testigo en una zona marginal que parece ofrecer 1nterés muy secundario.
Los escasos vestigios industriales que aparecen en ese nivel, no pueden ser más rudimentarios, ya que se reducen a senci llas esquirlas de silex, que suele ser gris o melado y con menos frecuencia rosado, blanco
o veteado, sin que muestren huellas dejadas por el uso ni retoque alguno
Fig. l.-Nivel inferior. Tosco benclidor callado en un canto rodado de caliza. (t. n.)
complementario, cuaJ si se tratara de restos de taller. Caso notable es el
t>'Tlpleo de la caliza, de la que existen algunos cantos rodados parcialrr.ente desbastados por un extremo (fig. 1), que incluso pudieron servir como
herciidores. Como restos de labra hay incluso buenas lascas con su bulbo
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y plan(' de percusión. Todo, se ve, muy pobre y atípico para que podamos
a~ignarlo a una culturu determinada. En realidad, el ünico obje to bien
dcti1~ido es la «columbella» perforada para usarla como adorno (fig. 2) .
En ellé: el agujero se obtuvo por frotación desgastando en parte la última
espiral, t écnica que puede observarse también en otras piezas semeja,... tes
procedentes del yacimiento mesolítico de la «(ova Negra» (Borriol), del
orimer sepulcro neolítico del «Camí de la Costa» (Castellón) y del inmediato poblado del «Castellet» (Castellón), que ya pertenece al fina l de la
Ed-'3~ del Bronce y com ienzos de la de) Hierro.
Fig. 2.-Nivel inferior. Concha
de columbella perforada para
usarla como adorno. (r. n.)
Nuestra opinión es que nos encontramos ante los rr.iserables despojos
de ur pueblo de recolec tores que vivió aquí arrinconado antes de que
llega1 an los primeros cultivadores neolíticos. Por su aspecto general, tan
extrt~ño yacimiento recuerda el asturiense del N. de España, pues cabe
iMaginar que en su estado originario el «conchero» sería mucho más ext P.~so, pero mermado por las frecuentes crecidas del río acabó por reducirse a .las modestas proporciones en que ha llegado hasta nosotros : y,
<'demás, se da también la curiosa coincidencia dt:! hallarse fuera de la
C• levn frente a la entrada, como suele ocurrir en muchos lugares de la
costa cantábrica.
Llama, sin embargo, la atención el hecho de que se encuentre a unos
diez kilómetros del mar; pero conviene advertir que ya !os cazadores nómadas del Paleolítico Superior, que acamparon co:1 frecuencia en estos
lugares, recogieron el «cardium» en cantidades considerables, pues las
conchas de este molusco se hallan entre gravas y arenas junto a los utensilios típicos de aquel l,1 época.
8).--EI nivel superio ~
Lo que resta de.l «Conchero» se cubre de un derrubio estéril el" el
que se mezclan cantos rodados procedentes de la desc;:mposición de los
conglomerados y escombros caídos de .la terraza . Es un potente nive.i que
~iempre rebasa los 0'80 m. y en el extremo occidenta l, donde se halla
mejor conservado, alcanza más de dos metros de espesor.
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1\SSUD DE 1\LMtiZOR,\
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Hacia el centro ael abrigo, sobre ese depósito detrítico, se extienden
lent.ejones d~ una tierra suelta, cenicienta, con escasos huesos de eni malcs, trozos informe!> ·de vasos hechos a mano y algunos -si lex tallados,
entrP. . Ios que se cuentan una finísima hoja, muy corta, y una lasca foli forme retocada que pudo servir de punta de dardo (Lám. 1 1 y 3 y fig . 3).
,
f ig. 3.-Nivel superior. Lasca foliácea de silex parcialmente retocada. ( t. n.)
Son .los ú.ltimos vestigios de un estrato arqueológico destruido casi por
comp_eto por las obras hechas al modificar la toma de aguas. En el quijero
!
de la zcequia nueva queda bien patente ese nivel que al pie deJ acantiiado forma una banda oscura de unos 0'30 m. de amplitud y un poco
profunda, pues tras ella aparece inmediatamente la roca viva. De ahí qu~
decidiéramos no excavarla y dejarla intacta como eleiT'ento de comoro·
bac1 y estudio para ulteriores investigaciones. Tan sólo apartamos un
ón
fragmento de cerámtca que aparecía superficialmente en pleno corte y
q~te por su especial interés lo daremos a conocer con c1erto detalle.
Corresponde al borde de un vaso cuya forma exacta no se puede predsar aunque Jo más probable es que fuese un cuenco hondo y de buen
tamaño. La pasta, bas:ante limpia y bien cocioa, es gris, con la superficie
alisaaa, o mejor aún espatulada, algo brillante y casi negra mostrando
ahora algunos desconchados y finas resquebra jaduras, probable efecto de
l!n requemado producido por cualquier accidente C'lsual, acaso un incendio, con e.l que guardaría relación la tierra calcinada con abundantes cenizas que se halla en este niveJ arqueológico.
En el tiesto conservado sobresale cerca del borde un pezón aplanado
y romo con un principio de perforación en sentido vertica.l, y Jo notable
es que en el lado opuesto lleva adherido como medio casquete que viene
a formar en su cara interna una cazoleta ovalada (Lám. 11, 2, fig. 4).
Pieza ésta, en verdad, extraña, poco corriente y de filiación cultural
todav1a ma l conocida. Y, sin embargo, es ella precisamente la que da
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cierta personalidad al nive.l superior de.l abrigo y la que nos perm ite asignar algunos paralelos, gracias a los cua les, podemos cbtener para este
yacimiento una fecha bastante segura; porque los escasos sílex tallados
a los que antes hemos hecho referencia, son poco típicos y la cerámica,
troceada en exceso y desprovista de todo adorno, sigue el carácter genera) de las especies lisas hechas a mano. Sólo un t iesto de barro negro
con la superficie bruñida debió pertenecer a un vaso bicónico con el borde
Fig. 4.-Abrigo del "Assud" de Almazora. Nivel superior. Tiesto con cazoleta junto al borde en la cara intema (1/2.)
suavemente abierto, es decir, se trata de una forma arganca que alcanzó su pleno desarrollo y debe ser ya tardía (Lám. 1, 2).
Con este dato concuerda perfectamente e l vaso de cazoleta interior
aplicada junto a l borde, que en esta comarca parece ser cosa privativa del
avanzado Bronce M-editerráneo, a juzgar por un fragmento semejante al
del. «Abrigo del As.;ud» que encontramos, casi al mismo t iempo, en e l
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ASSUD DE ALMAZORA
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«Castell d' Alman~or», cuyas ruinas se hallan, aproximadamente, a un kilómetro aguas abajo siguiendo la misma orilla izquierda de! río.
Aquella modesta for taleza medieva l asentó sus cimientos sobre los
despo jos de un antiguo poblado que vimos por vez primera durante el
otoño de 1924 y hemos venido explorando reiteradamente en años sucesivos logrando reunir todavía un bu~n conjunto de hallazgos. Mencionarernps como más importan·tes:· algunas hachas de basalto, martillos de
diorita completamente lisos, es decir, sin ranura para ajustarles el mango,
tri tu:adoras y percutores labrados en cuarcita, hojas de silex dentadas
que sirvieron para armar hoces d.e madera, y muchas p1edras para moler,
más o menos ob.longa:>. Faltan, por ahora, los objetos de metal, per:> su
presencia queda atestiguada por un molde que sirvió para fundir hachas
planas y alargadas de ancho filo curvado. Desde Juego, lo que más abunda
es la cerámica, siemprP. bien cocida y, en genera l, de tonos oscuros, con
la superficie brillante en .los vasos pequeños, que sue!en ser lisos; más
grosera en los grandes tina jes, cuyas paredes se refuerzan por verdugones casi siempre repujados por impr.e siones digitales o cortados a go.lpe
de espátula. Las formas, poco seguras, nos dan con frecuencia perfiles
carenados y cuencos profundos, entre los cuales hay uno provisto de asa
redonda con cazoleta adherida en su cara interna (Lám. 11, 1, fig. 5) .
Para la cronología de este poblado es de suma importancia un fragmento que corresponde a la ensambladura de dos vasos con la orilla vuelta y el fondo convexo, trozos de anchas vasijas, especie de cazuelas con
asas de borde rea lzad:> y tiestos que llevan incisos cortos segmentos orlados de pequeños trazos divergentes, mot ivo este que, no por su técnica
sino por su forma, recuerda ya la cerámica del Bronce Atlántico.
Fuera de esta comarca, en .la comarca montañosa del país valenciano,
se conocen otros dos fragm~ntos de vasi jas semejantes, también provistos
de asas y con pequeño recipiente interior (5). Citemos en primer .lugar,
por su proximidad relat iva a.l yacimiento que estamos estudiando, un t rozo del borde de un vaso, a.l parecer ventrudo, y de buen tamaño exhumado
por H. Prades en e.l poblado de «La Ereta del Castellar», de Vi lla franca
(S) Seria como ésto.; el trozo de cuenco .Que halló el P. Furgús en los primeros años
del presente siglo en la necrópolis de San Antón, de Orihuela, y que el propio excavador
describe del siguiente modo: "un fragmento de plato cuya orilla está interceptad.l por una
cavidad como si fuese una cazoleta de 0'03 m. de diámetro y 0'02 m. de profundidad". No
se dice a qué lado del vaso iba aplicada aquella cavidad, pero hemos de suponer que seria
en la cara interna. Véa:;c P. FURGUS: "Edat prehistórica en Oriola (necrópolis de San
Antonio)". Serie de Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, número S.
Valencia, 1937, pág. 32.
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del Cid que ya perte;~ece a un momento muy avanzacio de Ja Edad del
Bronce (6) (Lám. 1 3).
.1,
Más conocido es otro tiesto encontrado en el «Castillarejo de los Moros» (Andilla), que !>U excavador, Alcácer Grau, lo atribuye al Bronce
Fig. S.-Fragmento de vaso provisto de
asa con cazoleta en la cara interna,
procedente de " Castell d' Alman<;or"
( 1/ 2.)
M.ed!terráneo, basándose en un par de puñales de cobre y sobre todo en
la ccramrca, en la que son patentes perfiles carenados.
Como en el «Cas1ell d'Aiman~o n>, se trata de un cuenco de paredes
(6) H . PRADES: ·•Noticia sobre la Ereta, Villafranca del Cid (Castellón)". Bulletin
de la Société Préhistorique Fran<;aise, LII. París, 1955, pág. 577.
J. ARNAL, H. PRADES y D. FLETCHER: "La Ereta del Castellar (Villafranca del
Cid, Casteli6n)". Serie ae Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, número 35. Valencia 1968.
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ASSUD DE Al..MAZORA
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casi verticales y aunque haya perdido la cazoleta, .le quedan Jos arranques que han permitido rehacerla, hallándose exactamente a la altura del
asa, oue aquí no es n?cionda sino en cinta (7) (Lám. 11, 4) .
.Al est udiar en detalle este fragmento (8) se ha creído oportuno recordar que en los pal3fitos del final de la Edad del Bronce y en estaciones
hallstátticas de la primera Edad del Hierro se hallan alguna vez vasos con
pequeños recipientes que se supone sirvieron para contener perfumes y
yan adheridos a su <.ara externa, sin que se conozcan por ahora, en el
lado contrario, es decir aplicados al interior de la vasi ja. Ello implica, necesariamente la idea de que en ambos casos nos encontramos con soluciones semejantes aplicadas a necesidades idént icas o parecidas.
No era ese, precisamente, nuestro criterio cuando en 1925 encontramos el tiesto del «Castell d' Alman ~on>, en el cual puede apreciarse
enseguida una ínt ima relación entre .la cazoleta int~rior y el asa. Poco
después, en el «Assud» se daba la misma circunstancia aunque el asa
esté sustituida por uro tetón ap_lanado que debió servir para coger el vaso
y no para colgarlo, pues el taladro vertical que lleva no alcanza a perforado por completo. El hecho se ha repetido luego en el «Castillarejo de
los Moros» y en «La Ereta de l Castellar», pues en ambos fragmentos a
las cazoletas se les yuxtaponen también sendas asas en la cara externa.
Esa inmediata relación entre asidsro y cazoleta nos hizo suponer que ésta
serviría tan sólo para proteger el ext remo del dedo pulgar aislándole d el
contenido de la vasija cuando se apoyaba contra el borde al cogerla por
el asa.
Parecida opinión se ha sustentado úl timamente al estudiar un cuenco
.liso, sin asas, pero emparentado probablemente con estas cerámicas, hallado entre restos ibéricos en Jaribaile, cerca de Linares (9).
Entendido de este modo, es decir, en función práctica y sin atisbo alg uno d e cosa ritual ( 10) para e.l vaso con cazoleta opuesta al asa, aplicada
(7) D. FLETCHER VALLS y J. ALCACER GRAU: "El Castillarejo de los Moros
(Andilla, Valencia)". Archivo de Prehistoria Levantina, VII. Valencia. 1958. oág. 93-110
y Lám. 1 a X. F.J fragmento con cazoleta interior (reconstruida) en la Lám. VIII, número
7 y en la :nisma Lám. ~: número 4 primera referencia al tiesto de la Ereta del Castellar de
Villafranca.
(8) J. ALCACER GRAU: "Una interesante pieza cerámica del Bronce Valenciano".
Homenaje al Conde de la Vega del Sella. Oviedo, 1956, pág. 231.
(9) M . L. GALVAN: "Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones de 1955 a 57.
Cuenco de la Edad del Bronce". Memorias de los Museos Arqueológicos (1955-1957), vo!úmenes XVI a XVIII. Madrid, 1960, pág. 29-31, fig. 23.
(10) La extraña estructura de estos vasos y c:l hecho de que sean piezas singulares
sumamente raras en Ion yacimientos donde han aparecido, permite creer que cumplieron
una función específica y nada común; y la manifiesta preocupación por evitar el contacto
de los dedo~ con el cónt~·nido dé la vasija al cogerla por el asa, o simplemente por el borde,
nos hace suponer que en estos recipientes se prepararon delicadas y peligrosas materias,
probablem~nte venenos, que servirían para emponzoñar las puntas de las saetas.
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a la cara interna, só.lo encontramos un lejano precedente nada menos que
en 1 ~ cerámica neolítica egipcia, primero en Merimde Ben i Salame, donde
se exhumó un plato c.on un hueco junto a) borde, que parece si rvió para
proteger e.l dedo pulgar cuando aquel se asía con la mano ( 11 ). Remoto
ensayo de un tipo cerámico que había de alcanzar cierto desarrollo en el
siguient.e período Amratiense. No se crea por eso que pretendamos estab.!ec:er una posible relación ent re ambas cerámicas; están demasiado d istantes en el. espacio y en e.l tiempo. En cambio, los vasos provistos de
cazoleta interna que se señalan en .la «catacombnoi kultur» del sur de
Rusia ( 12), aunque más alejados, coinciden cronológ icamente con los
nuestros y ello abre camino a una posib le relación entre ellos. Un nuevo
y apasionante prob.lem:i que nos plantea esta Edad del Bronce de la costa
oriental de la Península, mucho más rica y compleja de lo que a l prin:ipio
hdbíamos supuesto.
(11) Exhumado en las excavaciones de la Akademie der Wissenchaften, de Viena, en
Merimde Benisalime. Véase V. GORDON CHILDE : "New light on the most ancient
East". Londres, 1934, p¡ig. 61 donde da escueta noticia: "one bowl, or dish, had a poc:ket
for the thumb inside thc rim".
(12) Véase nota 6, segunda obra, pág. 28.
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inferior : Moluscos más frecuentes en el ·•conch ero•· ; lasde sile.x (4) y lasca de caliz.t (5).
superior: Hojita de sil ex (1), punta foliácea (3) y borde
un vaso liso de perfil carcn:H:!o (2).
(t. n.)
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ESTEVE.-Assud d e Almazora
LAM. ll.
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Fra~mentos
de vasos con cazolet.1s aplicadas en la cara interna, del Bron::e \'alenciwo.
1: Castc!l d'Alm:::m;or (AJmazora) (r. n.). - 2: Abrigo dd Assud (Almazora)
(t. n.). - 3: E reta del Castellar (Villa franca) (4/ j). - 4 : Castilla rejo de los
Moros (Andilla) (2/3).
_j
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(Castellón)
El abrigo rupestre del Assud de Alrnazora
y su yacimiento arqueológico
Durante el otoño de 1924 localizamos importantes vestigios de inleptolíticos en las terrazas que se extienden junto a.l Mijares,
entre Almazara y Villarreal, y de ahí que acto seguido emprendiéramos
una detenida exploración por el curso inferior del río, con la esperanza de
enco~trar algún yacimiento todavía int acto en el que fuera posible hacer
observaciones estratigráficas, pues aquellos hallazgos procedían de tierras va removidas por el cul tivo.
dust~ias
Objeto preferente de nuestro estudio fue un recodo que forma la
orilla 1zquierda sobre el emba lse de la presa o azud de Almazara, donde
se ven algunas c uevas muy reducidas, pero susceptibles de haberse aprovechado como refugios transitorios. Hoy carecen de interés arqueológico,
¡:,ues mvariablemente aparece en el suelo la roca desnuda. Pero al pie
de l ?.cantilado en que $e abren esas oquedades existen restos de un curioso yacimiento, por desgracia casi destruido.
No tiene aquella rinconada un nombre especia.! que la designe y por
eso nosotros, atendiendo a su condición y emplazamiento, hemos deci dido llamarla «El Abrigo rupestre de.l Assud de Almazara» .
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SITUACION
E11 realidad, al expresado azud se le denomina ofic.ialmente de Castellón }' Almazara porque lo aprovechan en común los regantes de ;;mbo!> municipios, y represa las aguas del río a poco de pasar e l puente de
Sélnt a Quiteria ya muy cerca del desagüe de la rambla de la Viuda. AntiguamP.nte se hallaba algo más abajo, pero como le perjudi caban en exceso las crecidas, entre 1886 y 1895 se construyó la nueva presa apro·
vechar~do de lo ya ~xistente el famoso sifón que cruza a nivel inferior
ei anc::ho cauce de la rambla; obra vieja, pero no ta nt~ como se ha supuesh•, pues allí cerca se ven a cielo abierto las arruinadas acequias de
traza me di e va l.
Entre la presa y el puente de Santa Quiteria la e~rarpada orilla izq•..aierda, casi siempre inaccesible, se retrae para dar ~a l ida a un corto
torrente, por cuyas ásperas .laderas se llega hasta e.l fondo del río. En
camhio, por la margz·1 opuesta el acceso es cómodo porque allí se Pscalonan en ancha gradería las terrazas cuaternarias. Y como en pleno cauce
se levanta un peñasco, que parte en dos la corrien te, no es difíci l pasar
de una a otra orilla .
En remotas épocas, cuando el Mijares era un río de abundante caudal,
la irr.portancia de este vado sería mucho mayor. Ya debió aprovecharlo
la fauna di luvial en sus migraciones periódicas, pues, a ún se encuentran
en las t errazas inmedratas muchos utensilios de piedra abandonados por
lor, c'lzadores nómadas del Paleolítico Superior ( 1). Tras las pistas de los
:mimales vinieron las rutas humanas y a.l establecerse en esta ribera los
primeros pobladores permanentes es lo más probable qu~ sobre aque.l peñasco se af ianzaran ias estacas de tosco puente o sencilla pasarela, que
bastaba para satisfacer las necesidades de un tráfico elementa.l y poco
exige'lte. Durante la Edad del Bronce hubo a lo largo d!:l río cierta preocupadór1 defensiva y para vigilar ese paso se levantó t!ntonces una pequeña fortaleza, cuyas ruinas subsistieron hasta comi e :~z os de.l presente
siglo, en que fueron .:;llanadas al roturar e l suelo. Un cultivo intensivo de
(1) o~ esu: haUazgo se dio noticia en una extensa comunicación que presentamos aJ
IV Congruo Internacional de INQUA (Madrid-BarceJona, 1957), pero, que sepamos, c:l
tomo correspondiente a este Congreso no se ha publicado todavía.
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ASSUO DE ALMAZORA
3
regadío acabó luego con los vest igios arqueológicos y hoy apenas quedan
entre r;bazos y medianeras algunas piedras para moler, labradas en la
dura arenisca roja triásica, tan frecuente en las vecinas montañas de Espadán y el Desierto de Jas Palmas. La importancia de este lugar se ac.reCf'nta ba por el hecho de que en é.l venían a coincidir varias rutas impuestas por los accidentes del suelo; la que sigue la orilla izquierda del Mijares, la que bordea la rambla de .la Viuda por su margen derecha y finalmen tr~ !a que cruza ia Plana de Sur a Norte para alcanzar por e.l vall.e de
Barrio' las llanuras interiores del Ba jo Maest razgo.
Al trazar Roma sus magníficas calzadas, muchas veces sobre vie jos
c:1minos indígenas, esta última pasó a se r la Vía August~, que desde Dertcsa iba por lntibilis a lldum en busca de Sebelaci y Noulas para llegar
a Sagunto. Es la «vía maion> de que nos habla algún documento medieval
y que aun hoy jalonan restos de edificios como villas, edículos o templos,
el Arco de Cabanes y varias columnas miliarias. En consonancia con este
caráct er monumental es de suponer que entonces debió levantarse sobre
el Mijares un verdadero puente, acaso el más antiguo de toda la comarca.
No es fácil averigua r .lo que de él pudo aprovecharse en el actual de
Santa Quiteria cuya notable estructura merece un detenido estudio (2).
Se ha dicho que «la cimentación de la obra no cabe duda que es romana y qui zás destr:.~ida en su remate por los sig los y .las avenida~. y
sirve de sostén a edificaciones de posteriores épocas» (3). Lo que no
c;e ha observado nunca y en ello radica el hondo secreto de su presencia,
es q•..;e apoya su pilastra maestra sobre el islote raquero que, a l levantarse
en pleno cauce del río, dio origen al primitivo vado.
11
EL ABRIGO
Junto a ese paso y sobre e.l emba.lse de .la presa o «assud», la escarpada orilla izquierda de.l río vuelve a retraerse y traza otra escotadura,
(2) Un documento de 1275 prueba que Jaime 1 se interesaba por la construcción de
un puente de piedra sobre el Mijares, cerca de ViUarreal, que debe ser eJ actual de Santa
Quireria. J. E. MARTINEZ FERRANDO: "Catálogo de Jos documentos del antiJlUO
Reino de Valencia". MJdrid, 1934, vol. 1, pág. 396. T ambién, P. RAMON DE MARIA,
C. D.: "El Repartimcn< de Burriana y ViUarreal". Valencia, 1935, pág. 131 y 132, y P.
RAMON UE MARIA C. D .: "Un hospital y dos puentes". Boleún de la Sociedad Castellonense de Cultura, XVII, c. 1, pág. 37-45. CasteU6n, 1936.
(3) C. SARTHOU CARRERES: "Provincia de Casrellón". Geografía General del
Reino de Valencia, dirigida por Carreres Candi. Barcelona, s. a., pág. 62.
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F. ESTEVE CALVEZ
ampl1a y poco profu11da, en la que se abren tres pequeñas cavidades la
mayor de las cuales presenta señales evidentes de un ensanchamiento art ificial que regularizo paredes y techo. El con junto constituye un excelente abrigo (4), orientado al S. 0., pero con el grave defecto de hallarse
excesivamente bajo.
Si h emos de juzgar por los limos y arenas con moluscos de agua dul ce: que se hallan a unos dos metros sobre e.l nivel actual de l río, lo;; cazadores nómadas del Paleolítico Superior que frecuentaban estos Jugares encontraron el fondo del abrigo invadido por las aguas, y esta parece
ser la causa de que no hayamos encontrado aquí los utensilios lepto.líticos
que áparecen con relativa frecuencia en las terrazas inmediatas. Fue más
tarde, al retirarse las aguas y crear los consiguientes depósitos f luviales
un suelo firme y estable, cuando el abrigo empezó a ser habitado de
manera regular y bastante continua, pues en los cortes que se hic•eron
al abrir un nuevo canal, que no llegó a entrar en servicio, puede verse por
enc•m;,¡ de aquellos limos y arenas un nivel de tierra arcillosa, grava~ y
cantos rodados y, con este material detrítico, numerosac; conchas de moluscos marinos, a.lguna;; Jascas o esquirlas de sílex y otras piedras hendidas o con señales evidentes de uso intencionado. Por todas partes lo recubra luego un talud de escombros caídos de la terraza superior, sobre
el cual aun pueden rfconocerse restos de hogares, muy revueltos, porque ese espacio reducic!o y de suelo pobre ha sido aprovechado para plantar algunos algarrobos.
A) -
Excavación del nivel inferior
EJ desbroce de la margen izquierda del canal reveló, por de pror:to,
que el nivel de conchas alcanzaba más de 0'80 metros de espesor hacia
e). 0., acaso por .la circunstancia de que un saliente que a llí forma la roca
le protege, en parte, de los arrastres provocados por las grandes avenidas
d isminuyendo luego paula tinamente hasta la mitad del abrigo, donde llega
a desapa recer por completo. En Jo mejor conservado podía apreciarse también que no se había formado con despojos procedentes ·de la alta t erraza, smo que era el r~sultado de una ocupación directa del mismo abrigo,
pues incluso contenía algún lecho de cenizas. Pero como todo aparece
empastado en una tierra arcillosa amarillenta formada por descomposición dE: la roca, suelen mezclarse en ella cantos rodados y lajas calizas.
(4) EXdcta posición del abrigo del "Assud d'Alma~ra", 39'> 57' 15" N. y 3° 35' 40" E.
del Meridiano de Madrid, o sea 0° 05' 35" \Y/. de Greenwích, según el Maoa Topográfico
de España, del Instituto Geográfico y Catastral, hoja 641 "Castellón de la Plana".
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ASSUD DE AUIAZORA
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Lés!' conchas de moluscos marinos en su inmensa mayoría ~on del génpro «cardium»; excepcionalmente se encuentran algunos raros ejemplares del «pectunculus» y sólo en un caso la «nática», la «cyprea» y la
w:olumbela», esta última perforada. Con ellas se asocian algunas especies terricolas, y sobre todo, hermosos ejemplares de «helix» (Lám. 1) .
La superficie excavada no es muy extensa, pues apenas rebasa los
cinCC' metros a lo .largo de.l corte, con profundidad máxima de 0'70 metros Pero conviene advertir que lo mejor c!el yacimier.to debió destruirse cuando se hicieron las obras de.l nuevo embalse, y lo que hemos dejado aeliberadamente como testigo en una zona marginal que parece ofrecer 1nterés muy secundario.
Los escasos vestigios industriales que aparecen en ese nivel, no pueden ser más rudimentarios, ya que se reducen a senci llas esquirlas de silex, que suele ser gris o melado y con menos frecuencia rosado, blanco
o veteado, sin que muestren huellas dejadas por el uso ni retoque alguno
Fig. l.-Nivel inferior. Tosco benclidor callado en un canto rodado de caliza. (t. n.)
complementario, cuaJ si se tratara de restos de taller. Caso notable es el
t>'Tlpleo de la caliza, de la que existen algunos cantos rodados parcialrr.ente desbastados por un extremo (fig. 1), que incluso pudieron servir como
herciidores. Como restos de labra hay incluso buenas lascas con su bulbo
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F. ESTEVE CALVEZ
y plan(' de percusión. Todo, se ve, muy pobre y atípico para que podamos
a~ignarlo a una culturu determinada. En realidad, el ünico obje to bien
dcti1~ido es la «columbella» perforada para usarla como adorno (fig. 2) .
En ellé: el agujero se obtuvo por frotación desgastando en parte la última
espiral, t écnica que puede observarse también en otras piezas semeja,... tes
procedentes del yacimiento mesolítico de la «(ova Negra» (Borriol), del
orimer sepulcro neolítico del «Camí de la Costa» (Castellón) y del inmediato poblado del «Castellet» (Castellón), que ya pertenece al fina l de la
Ed-'3~ del Bronce y com ienzos de la de) Hierro.
Fig. 2.-Nivel inferior. Concha
de columbella perforada para
usarla como adorno. (r. n.)
Nuestra opinión es que nos encontramos ante los rr.iserables despojos
de ur pueblo de recolec tores que vivió aquí arrinconado antes de que
llega1 an los primeros cultivadores neolíticos. Por su aspecto general, tan
extrt~ño yacimiento recuerda el asturiense del N. de España, pues cabe
iMaginar que en su estado originario el «conchero» sería mucho más ext P.~so, pero mermado por las frecuentes crecidas del río acabó por reducirse a .las modestas proporciones en que ha llegado hasta nosotros : y,
<'demás, se da también la curiosa coincidencia dt:! hallarse fuera de la
C• levn frente a la entrada, como suele ocurrir en muchos lugares de la
costa cantábrica.
Llama, sin embargo, la atención el hecho de que se encuentre a unos
diez kilómetros del mar; pero conviene advertir que ya !os cazadores nómadas del Paleolítico Superior, que acamparon co:1 frecuencia en estos
lugares, recogieron el «cardium» en cantidades considerables, pues las
conchas de este molusco se hallan entre gravas y arenas junto a los utensilios típicos de aquel l,1 época.
8).--EI nivel superio ~
Lo que resta de.l «Conchero» se cubre de un derrubio estéril el" el
que se mezclan cantos rodados procedentes de la desc;:mposición de los
conglomerados y escombros caídos de .la terraza . Es un potente nive.i que
~iempre rebasa los 0'80 m. y en el extremo occidenta l, donde se halla
mejor conservado, alcanza más de dos metros de espesor.
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1\SSUD DE 1\LMtiZOR,\
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Hacia el centro ael abrigo, sobre ese depósito detrítico, se extienden
lent.ejones d~ una tierra suelta, cenicienta, con escasos huesos de eni malcs, trozos informe!> ·de vasos hechos a mano y algunos -si lex tallados,
entrP. . Ios que se cuentan una finísima hoja, muy corta, y una lasca foli forme retocada que pudo servir de punta de dardo (Lám. 1 1 y 3 y fig . 3).
,
f ig. 3.-Nivel superior. Lasca foliácea de silex parcialmente retocada. ( t. n.)
Son .los ú.ltimos vestigios de un estrato arqueológico destruido casi por
comp_eto por las obras hechas al modificar la toma de aguas. En el quijero
!
de la zcequia nueva queda bien patente ese nivel que al pie deJ acantiiado forma una banda oscura de unos 0'30 m. de amplitud y un poco
profunda, pues tras ella aparece inmediatamente la roca viva. De ahí qu~
decidiéramos no excavarla y dejarla intacta como eleiT'ento de comoro·
bac1 y estudio para ulteriores investigaciones. Tan sólo apartamos un
ón
fragmento de cerámtca que aparecía superficialmente en pleno corte y
q~te por su especial interés lo daremos a conocer con c1erto detalle.
Corresponde al borde de un vaso cuya forma exacta no se puede predsar aunque Jo más probable es que fuese un cuenco hondo y de buen
tamaño. La pasta, bas:ante limpia y bien cocioa, es gris, con la superficie
alisaaa, o mejor aún espatulada, algo brillante y casi negra mostrando
ahora algunos desconchados y finas resquebra jaduras, probable efecto de
l!n requemado producido por cualquier accidente C'lsual, acaso un incendio, con e.l que guardaría relación la tierra calcinada con abundantes cenizas que se halla en este niveJ arqueológico.
En el tiesto conservado sobresale cerca del borde un pezón aplanado
y romo con un principio de perforación en sentido vertica.l, y Jo notable
es que en el lado opuesto lleva adherido como medio casquete que viene
a formar en su cara interna una cazoleta ovalada (Lám. 11, 2, fig. 4).
Pieza ésta, en verdad, extraña, poco corriente y de filiación cultural
todav1a ma l conocida. Y, sin embargo, es ella precisamente la que da
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F. EST1!Vl! GALVI!Z
cierta personalidad al nive.l superior de.l abrigo y la que nos perm ite asignar algunos paralelos, gracias a los cua les, podemos cbtener para este
yacimiento una fecha bastante segura; porque los escasos sílex tallados
a los que antes hemos hecho referencia, son poco típicos y la cerámica,
troceada en exceso y desprovista de todo adorno, sigue el carácter genera) de las especies lisas hechas a mano. Sólo un t iesto de barro negro
con la superficie bruñida debió pertenecer a un vaso bicónico con el borde
Fig. 4.-Abrigo del "Assud" de Almazora. Nivel superior. Tiesto con cazoleta junto al borde en la cara intema (1/2.)
suavemente abierto, es decir, se trata de una forma arganca que alcanzó su pleno desarrollo y debe ser ya tardía (Lám. 1, 2).
Con este dato concuerda perfectamente e l vaso de cazoleta interior
aplicada junto a l borde, que en esta comarca parece ser cosa privativa del
avanzado Bronce M-editerráneo, a juzgar por un fragmento semejante al
del. «Abrigo del As.;ud» que encontramos, casi al mismo t iempo, en e l
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ASSUD DE ALMAZORA
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«Castell d' Alman~or», cuyas ruinas se hallan, aproximadamente, a un kilómetro aguas abajo siguiendo la misma orilla izquierda de! río.
Aquella modesta for taleza medieva l asentó sus cimientos sobre los
despo jos de un antiguo poblado que vimos por vez primera durante el
otoño de 1924 y hemos venido explorando reiteradamente en años sucesivos logrando reunir todavía un bu~n conjunto de hallazgos. Mencionarernps como más importan·tes:· algunas hachas de basalto, martillos de
diorita completamente lisos, es decir, sin ranura para ajustarles el mango,
tri tu:adoras y percutores labrados en cuarcita, hojas de silex dentadas
que sirvieron para armar hoces d.e madera, y muchas p1edras para moler,
más o menos ob.longa:>. Faltan, por ahora, los objetos de metal, per:> su
presencia queda atestiguada por un molde que sirvió para fundir hachas
planas y alargadas de ancho filo curvado. Desde Juego, lo que más abunda
es la cerámica, siemprP. bien cocida y, en genera l, de tonos oscuros, con
la superficie brillante en .los vasos pequeños, que sue!en ser lisos; más
grosera en los grandes tina jes, cuyas paredes se refuerzan por verdugones casi siempre repujados por impr.e siones digitales o cortados a go.lpe
de espátula. Las formas, poco seguras, nos dan con frecuencia perfiles
carenados y cuencos profundos, entre los cuales hay uno provisto de asa
redonda con cazoleta adherida en su cara interna (Lám. 11, 1, fig. 5) .
Para la cronología de este poblado es de suma importancia un fragmento que corresponde a la ensambladura de dos vasos con la orilla vuelta y el fondo convexo, trozos de anchas vasijas, especie de cazuelas con
asas de borde rea lzad:> y tiestos que llevan incisos cortos segmentos orlados de pequeños trazos divergentes, mot ivo este que, no por su técnica
sino por su forma, recuerda ya la cerámica del Bronce Atlántico.
Fuera de esta comarca, en .la comarca montañosa del país valenciano,
se conocen otros dos fragm~ntos de vasi jas semejantes, también provistos
de asas y con pequeño recipiente interior (5). Citemos en primer .lugar,
por su proximidad relat iva a.l yacimiento que estamos estudiando, un t rozo del borde de un vaso, a.l parecer ventrudo, y de buen tamaño exhumado
por H. Prades en e.l poblado de «La Ereta del Castellar», de Vi lla franca
(S) Seria como ésto.; el trozo de cuenco .Que halló el P. Furgús en los primeros años
del presente siglo en la necrópolis de San Antón, de Orihuela, y que el propio excavador
describe del siguiente modo: "un fragmento de plato cuya orilla está interceptad.l por una
cavidad como si fuese una cazoleta de 0'03 m. de diámetro y 0'02 m. de profundidad". No
se dice a qué lado del vaso iba aplicada aquella cavidad, pero hemos de suponer que seria
en la cara interna. Véa:;c P. FURGUS: "Edat prehistórica en Oriola (necrópolis de San
Antonio)". Serie de Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, número S.
Valencia, 1937, pág. 32.
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del Cid que ya perte;~ece a un momento muy avanzacio de Ja Edad del
Bronce (6) (Lám. 1 3).
.1,
Más conocido es otro tiesto encontrado en el «Castillarejo de los Moros» (Andilla), que !>U excavador, Alcácer Grau, lo atribuye al Bronce
Fig. S.-Fragmento de vaso provisto de
asa con cazoleta en la cara interna,
procedente de " Castell d' Alman<;or"
( 1/ 2.)
M.ed!terráneo, basándose en un par de puñales de cobre y sobre todo en
la ccramrca, en la que son patentes perfiles carenados.
Como en el «Cas1ell d'Aiman~o n>, se trata de un cuenco de paredes
(6) H . PRADES: ·•Noticia sobre la Ereta, Villafranca del Cid (Castellón)". Bulletin
de la Société Préhistorique Fran<;aise, LII. París, 1955, pág. 577.
J. ARNAL, H. PRADES y D. FLETCHER: "La Ereta del Castellar (Villafranca del
Cid, Casteli6n)". Serie ae Trabajos Varios del Servicio de Investigación Prehistórica, número 35. Valencia 1968.
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casi verticales y aunque haya perdido la cazoleta, .le quedan Jos arranques que han permitido rehacerla, hallándose exactamente a la altura del
asa, oue aquí no es n?cionda sino en cinta (7) (Lám. 11, 4) .
.Al est udiar en detalle este fragmento (8) se ha creído oportuno recordar que en los pal3fitos del final de la Edad del Bronce y en estaciones
hallstátticas de la primera Edad del Hierro se hallan alguna vez vasos con
pequeños recipientes que se supone sirvieron para contener perfumes y
yan adheridos a su <.ara externa, sin que se conozcan por ahora, en el
lado contrario, es decir aplicados al interior de la vasi ja. Ello implica, necesariamente la idea de que en ambos casos nos encontramos con soluciones semejantes aplicadas a necesidades idént icas o parecidas.
No era ese, precisamente, nuestro criterio cuando en 1925 encontramos el tiesto del «Castell d' Alman ~on>, en el cual puede apreciarse
enseguida una ínt ima relación entre .la cazoleta int~rior y el asa. Poco
después, en el «Assud» se daba la misma circunstancia aunque el asa
esté sustituida por uro tetón ap_lanado que debió servir para coger el vaso
y no para colgarlo, pues el taladro vertical que lleva no alcanza a perforado por completo. El hecho se ha repetido luego en el «Castillarejo de
los Moros» y en «La Ereta de l Castellar», pues en ambos fragmentos a
las cazoletas se les yuxtaponen también sendas asas en la cara externa.
Esa inmediata relación entre asidsro y cazoleta nos hizo suponer que ésta
serviría tan sólo para proteger el ext remo del dedo pulgar aislándole d el
contenido de la vasija cuando se apoyaba contra el borde al cogerla por
el asa.
Parecida opinión se ha sustentado úl timamente al estudiar un cuenco
.liso, sin asas, pero emparentado probablemente con estas cerámicas, hallado entre restos ibéricos en Jaribaile, cerca de Linares (9).
Entendido de este modo, es decir, en función práctica y sin atisbo alg uno d e cosa ritual ( 10) para e.l vaso con cazoleta opuesta al asa, aplicada
(7) D. FLETCHER VALLS y J. ALCACER GRAU: "El Castillarejo de los Moros
(Andilla, Valencia)". Archivo de Prehistoria Levantina, VII. Valencia. 1958. oág. 93-110
y Lám. 1 a X. F.J fragmento con cazoleta interior (reconstruida) en la Lám. VIII, número
7 y en la :nisma Lám. ~: número 4 primera referencia al tiesto de la Ereta del Castellar de
Villafranca.
(8) J. ALCACER GRAU: "Una interesante pieza cerámica del Bronce Valenciano".
Homenaje al Conde de la Vega del Sella. Oviedo, 1956, pág. 231.
(9) M . L. GALVAN: "Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones de 1955 a 57.
Cuenco de la Edad del Bronce". Memorias de los Museos Arqueológicos (1955-1957), vo!úmenes XVI a XVIII. Madrid, 1960, pág. 29-31, fig. 23.
(10) La extraña estructura de estos vasos y c:l hecho de que sean piezas singulares
sumamente raras en Ion yacimientos donde han aparecido, permite creer que cumplieron
una función específica y nada común; y la manifiesta preocupación por evitar el contacto
de los dedo~ con el cónt~·nido dé la vasija al cogerla por el asa, o simplemente por el borde,
nos hace suponer que en estos recipientes se prepararon delicadas y peligrosas materias,
probablem~nte venenos, que servirían para emponzoñar las puntas de las saetas.
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a la cara interna, só.lo encontramos un lejano precedente nada menos que
en 1 ~ cerámica neolítica egipcia, primero en Merimde Ben i Salame, donde
se exhumó un plato c.on un hueco junto a) borde, que parece si rvió para
proteger e.l dedo pulgar cuando aquel se asía con la mano ( 11 ). Remoto
ensayo de un tipo cerámico que había de alcanzar cierto desarrollo en el
siguient.e período Amratiense. No se crea por eso que pretendamos estab.!ec:er una posible relación ent re ambas cerámicas; están demasiado d istantes en el. espacio y en e.l tiempo. En cambio, los vasos provistos de
cazoleta interna que se señalan en .la «catacombnoi kultur» del sur de
Rusia ( 12), aunque más alejados, coinciden cronológ icamente con los
nuestros y ello abre camino a una posib le relación entre ellos. Un nuevo
y apasionante prob.lem:i que nos plantea esta Edad del Bronce de la costa
oriental de la Península, mucho más rica y compleja de lo que a l prin:ipio
hdbíamos supuesto.
(11) Exhumado en las excavaciones de la Akademie der Wissenchaften, de Viena, en
Merimde Benisalime. Véase V. GORDON CHILDE : "New light on the most ancient
East". Londres, 1934, p¡ig. 61 donde da escueta noticia: "one bowl, or dish, had a poc:ket
for the thumb inside thc rim".
(12) Véase nota 6, segunda obra, pág. 28.
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inferior : Moluscos más frecuentes en el ·•conch ero•· ; lasde sile.x (4) y lasca de caliz.t (5).
superior: Hojita de sil ex (1), punta foliácea (3) y borde
un vaso liso de perfil carcn:H:!o (2).
(t. n.)
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ESTEVE.-Assud d e Almazora
LAM. ll.
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Fra~mentos
de vasos con cazolet.1s aplicadas en la cara interna, del Bron::e \'alenciwo.
1: Castc!l d'Alm:::m;or (AJmazora) (r. n.). - 2: Abrigo dd Assud (Almazora)
(t. n.). - 3: E reta del Castellar (Villa franca) (4/ j). - 4 : Castilla rejo de los
Moros (Andilla) (2/3).
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